Sí, Miguel otra vez. Y aún así a veces pienso que no le presto toda la atención que se merece...
Estaba pensando que tiene que ser difícil ser el hermano "maz mediano", como dice él. Por eso siempre he dicho que preferiría tener 4 hijos que 3, para que no quedara ninguno "descolgado" ahí en medio...
Es fácil estar muy pendientes del mayor: es el primero que hace cosas nuevas, el que te va llevando por nuevos retos, el que te enseña cómo manejar las nuevas circunstancias (en nuestro caso, el mundo Educación Primaria, deberes, olvidos de material escolar, los "qué rollo" o "sí, hombre" con desgana cuando le pides que haga algo... cositas así...).
Y es fácil estar pendientes del más pequeño, tu último bebé, que hace lo que puede por imitar a sus hermanos, tan gracioso, repitiendo cada palabra que escucha con su lengua de trapo, y poniéndote al borde de un ataque de nervios por querer experimentar con todo lo que encuentra ("¿a qué sabe la tierra de esta maceta?, ¿estará buena el agua del báter?, si golpeo esta copa de cristal contra el suelo, ¿rebotará?, las varitas fertilizantes de las plantas me ayudarán a crecer a mí también??"... y un largo etc.).
Pero ¿y el del medio? Es encantador, de eso no cabe duda... Siempre con su sonrisa preparada (real... o falsa como ella sola!)...
Pero a veces me da la sensación de que se queda un poco "de lado". No a propósito, por supuesto, los quiero a los tres con locura, pero mientras estás intentando razonar con Mateo, ayudarle con los deberes o enseñarle por qué debe colaborar en casa... y al mismo tiempo intentas evitar que David se trague todo el tubo de pasta de dientes, o se tire le flan por el pelo, o tratas de escuchar esa canción tan bonita que ha aprendido en la guarde y que no deja de repetir día y noche... pues parece que lo que tiene que decir / enseñar / hacer Miguel puede esperar... ¡y no es así!
Me hace gracia cuando siente que tiene que contar algo interesante y se limita a repetir algo que acaba de contar Mateo de su cole ("Puez en mi claze también mi amigo X ze ha portado mal porque bla bla bla").
Me lo comería. A veces me desquicia, como sus hermanos, como todos los niños alguna vez. Pero es tan pequeñito, tan mimosón, tan sensible, tan gracioso... tantas cosas..., y a veces me gustaría tener mucho más tiempo sólo para él.
Este domingo por su cumple salimos a comer fuera (eligió él el lugar) y luego salimos a disfrutar del campo, del sol (a pesar del frío!), de los juegos con sus hermanos... y de la bici que le regaló el abuelo Calucho! (hay fotos, papá, prometo ponerlas pronto!).
Pasó un buen día. Era SU día. Especial. Como él.